Una Larga Larga Siesta

Por Diana Maffía

Legisladora de la Ciudad por la Coalición Cívica

El domingo 8 de marzo fue el Día internacional de las mujeres. Ninguna mención hubo en la sesión pasada, salvo el espectáculo bochornoso y recurrente de un diputado bajando de un golpe la mano levantada de una compañera de banca que votaba por una posición diferenciada del bloque. Escena que nos hace reflexionar acerca de cuánto falta para alcanzar la no violencia en las relaciones interpersonales, la igualdad en política, el respeto por las condiciones intelectuales y morales de las mujeres y otros básicos derechos semejantes.

El gobierno de la ciudad, que el año pasado nos regaló un decreto con directivas sobre igualdad de oportunidades y de trato que a la hora del informe final muestra un cumplimiento decepcionante, y a la hora de la discusión de presupuesto evidenció una ignorancia impune de los ministerios, este año decidió cambiar de obsequio.

El Ministerio de Cultura, el crítico Ministerio de Espacio Público y la Fundación Banco Ciudad auspiciaron la instalación de una gigantografía de 88 m de largo por 34 m de alto, que reproduce una foto de Guillermo Ueno llamada “Siesta”, en la que una joven y bella mujer de refinada lencería reposa plácidamente para solaz visual de los transeúntes.

Pasiva frente a la mirada, pasiva especialmente frente al ojo activo del artista que dispara la cámara, esta apropiación personal y luego donación colectiva del cuerpo inconciente de una mujer, fue objeto de múltiples comentarios. Desde los que recuerdan que se trata de una serie programada de cuatro obras de arte (la primera fue “Velocidad”, foto de Fabián Burgos, en pleno debate por la contaminación visual y la reforma del Código de Publicidad), hasta los que recuerdan que en total nos costarán a los vecinos y vecinas de Buenos Aires $ 930.000, cifra cuya equivalencia en políticas públicas de emergencia social e insumos dejo a la imaginación de mis colegas.

Pero volvamos a la siesta que nos propone el ejecutivo. Yasunari Kawabata, primer escritor japonés en ganar el premio Nobel en 1968, es autor de una novela maravillosa y sutil llamada “La casa de las bellas durmientes”. Relata la vida rutinaria de un hombre anciano que concurre a un discreto prostíbulo especialmente preparado para hombres mayores, cuya oferta era pasar una noche junto a una joven dormida. El placer sutil de yacer junto a esa joven es relatado por Kawabata con una prosa delicada donde la subjetividad masculina y sus debilidades son expuestas con dolor.

Mucho más brutal, casi obsceno, Gabriel García Márquez publica en 2004 su “Memoria de mis putas tristes”, donde un anciano consumidor habitual de prostitución y violador humillante de su empleada doméstica, decide regalarse para su cumpleaños 90 una noche con una adolescente virgen. Concurre al prostíbulo donde la administradora le ofrece una adolescente de 14 años narcotizada, de la que él se enamora por primera vez en su vida, y a la que dedica tiernas escenas. Por supuesto unilaterales y omnipotentes.

Muchas cartas de lectoras protestaron contra la siesta que nos propone a las mujeres en nuestro día el gobierno de la ciudad. Pero para ser justa, debo decir que la Dirección de la Mujer también preparó una celebración, en los bosques de Palermo, con mucho movimiento y gimnasia, esponsoreado por Activia. Un yogurt que nos comprende como somos, con tránsito lento y siempre hinchadas, y está allí para ayudarnos discretamente a regularizarnos con placer.

Esta Legislatura tiene una Comisión de la Mujer, y una Comisión Especial de Igualdad de Oportunidades y de Trato, donde el lunes evocamos el día de la mujer con un decálogo de derechos y compromisos para que mujeres y varones hagamos de esta ciudad un espacio de ciudadanía plena. Como la mayoría de ustedes no estuvo presente, los invito y las invito a compartirlo, y a incidir para que las políticas públicas sean las herramientas de su concreción. El día de la mujer pasó, pero tenemos otros 363 para celebrar la democracia.